26 años
Sagrada medicina de la montaña: una vez más mis pies descalzos mediarán tu telúrica energía, ahora con dagas de obsidiana para el rezo de las canas, rompe estas tonteras de no saberme mujer sabia y siembra nueva luz en mi corazón, libérame de éstas otras apócrifas cadenas.
¿Qué sería de mí si no me hubiera reconocido en ti? No sabría cómo enamorarme de lo cotidiano, no sabría cómo sentir el dolor, cómo llorar desde el alma y convertir mis lágrimas en joyas de ofrenda. Por ello mis ojos ya contemplan un rocío nuevo cada mañana y esa visión tuya del alumbramiento, al salir el sol desde la otra orilla de tu esférico cuerpo. Tómame en tus faldas planetarias, sopla… tus perfumes han viajado fuera del tiempo, para sentirte, para soñarte; y me conmociona tanto esto, que mis células sólo aguardan tus susurros para despertar e ir con el impulso del anciano a aquel lugar en donde residen las estrellas. ¿Qué ha sido para mí éste ciclo de rezos? Ha sido lo que me pone los pies en la tierra y la cabeza los cielos, lo que me recuerda quien soy, de donde vengo y hacia dónde voy (no, no soy un ser de otro planeta) soy de la tierra, y llevo conmigo un linaje entero. Amo vivir, amo crear y amo conectar. Y el camino me dio el honor de tener éste compromiso, en el que aprendí de su expresión más pura y natural: jamás me sentí obligada; me siento total y absolutamente vinculada, superar la ilusión del conflicto, nos ha hecho tener un profundo amorío, nos vemos a todos nuestros ojos y nos hablamos en silencio.
–Estoy profundamente agradecida por ponerme a rezar mil seiscientas veces, pues después de 1460 días, puedo asegurar que el poder de la intención, trasciende el tiempo y el espacio, que así siempre ha sido, así es y así seguirá siendo, que hay un ente muy dentro de nuestro corazón y más allá de nuestra percepción psíquica que nos escucha, nos siente y nos responde eternamente-
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